Se cumplen 21 años sin Antonio Flores

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Se cumplen 21 años sin Antonio Flores

El 31 de mayo de 1995 se marchaba prematuramente, sin llegar a conocer el siglo XXI, uno de los músicos más originales y prometedores de nuestro país. Hijo de Lola Flores y el guitarrista Antonio González (el Pescaílla), Antonio Flores no pudo superar la honda depresión en que quedó sumido tras la muerte de su madre, dos semanas antes.

Con tan solo treinta y tres años, fue víctima de una sobredosis de barbitúricos y alcohol. Su temprana desaparición nos privó de seguir apreciando su indudable talento. Aunque han pasado ya 21 años, su obra todavía permanece viva. Entre sus canciones de gran éxito se encuentra «No dudaría«, una lágrima de arrepentimiento en forma de canción utilizado como grito desesperado contra la violencia.

El único varón de la familia Flores era un cantautor de baladas urbanas que, dentro del pop rock intentó tener voz propia. En sus genes bullía el amor al arte y el espectáculo. No tardó en desarrollar sus excelentes cualidades para la música. Aprendió a tocar la guitarra con la ayuda de sus padres y más adelante sería autodidacta en el aprendizaje del piano. Rebelde, bohemio, siempre estuvo cerca de los suyos. Se separó de Ana, la madre de su hija Alba. Pero no olvidó a su pequeña, dedicándole una sentida canción.

Destacaba por su fotogenia y su espontaneidad ante las cámaras. Pero lo suyo, era procurarse de buenas historias, una música inspirada y un sonido diferente a los demás. Sus canciones están llenas de poesía urbana, amor, nostalgia y vivencias. Y sus temas, recorren un amplio espectro que van desde el rock hasta las baladas, pasando por el blues. Siempre con un mismo objetivo: mostrar al mundo su manera de sentir.

Le costó ser un artista rentable, pues sus primeros álbumes tuvieron tibia acogida. Como músico comenzó en 1978, junto a Manolo Tena, con la banda Cucharada. Dos años después grabó su álbum de debut, «Antonio«, que mostraba una disparidad de intenciones e incluía su primer gran éxito: «No dudaría«. Más tarde, en 1984, publicó su segundo trabajo discográfico, «Al caer el sol«, con casi todas las canciones firmadas por él y algunas versiones (como la de «Pongamos que hablo de Madrid», de Joaquín Sabina, en clave rockera).

«Gran Vía», su tercer disco, salió al mercado en 1988 con la canción del mismo nombre como tema principal. «Cosas mías«, su último álbum, fue publicado a comienzos de 1995 con gran expectación. En este trabajo, donde juntó magistralmente el flamenco con el rock y otras músicas de raíz, se incluían canciones que cosecharon un enorme éxito. El disco está repleto de himnos, como «Alba» (uno de sus temas más entrañables, dedicado a su hija nacida en 1986), «Siete vidas«, «Arriba los Corazones» o «Cuerpo de mujer«.

Pero su legado no queda únicamente en sus canciones. Quienes se dedican o han dedicado a la música saben lo difícil que es incluir una sola canción en el imaginario colectivo. Y sin embargo, en la historia del pop español muchas llevan su sello. El reconocimiento a sus virtudes como compositor le llega a través de sus hermanas Lolita y Rosario, para quienes escribe varias canciones. A principios de los 90 sin ir más lejos, compuso para su hermana pequeña algunos temas de los discos con que ella saltó al estrellato: «De ley» (1992) y «Siento» (1994).

En el momento de su muerte, Antonio se planteaba alargar la duración de sus shows añadiendo más canciones, una sección de rumba, o versionar canciones de sus amigos Antonio Carmona, Manolo Tena, Antonio Vega, Ray Heredia o Joaquín Sabina. A medio plazo planeaba grabar una antología en vivo junto a su hermana Rosario. También había grabado una avanzadilla de su próximo trabajo que se publicarían como inéditas en el recopilatorio «Antología» (RCA, 1996). Las cerca de 4 horas de música que ocupan sus todas sus grabaciones forman ya parte del valioso acervo del pop-rock español.

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