La “Caprichosa vida” de Coraluna
Coraluna nació de su libro favorito, “Nunca miras mis manos“, de Susana Pérez Alonso. Y al igual que Corina, la protagonista de la novela, Ana Isabel Mercado es una mujer llena de fuerza que se guía por la intuición.
Para escribir utiliza un lector de pantalla, JAWS, facilitado por la ONCE, debido a una retinosis pigmentaria que forzó la disminución gradual de su vista hasta perderla por completo. Aunque nunca la ceguera ha sido en ella un obstáculo. Desde entonces su vida no ha sido más que un afán de superación constante. Su voz es un triunfo. En vivo, de cerca, hipnotiza. En un mundo tan visual, de pantallas planas y de todos los tamaños, de la cultura de la imagen, cuenta con un hándicap importante, pero ella jamás lo ha visto así.
En 2011, fue elegida para participar entre más 7.000 personas para participar en la última edición del programa “Operación Triunfo”, que supuso un punto de inflexión en su vida, una inmersión definitiva en el mundo de la música.
Con su primer disco, “Más que personal“, Coraluna fue abriéndose camino y cosechando triunfos, como el obtenido en el Festival Paramusical de Moscú, la Eurovisión de la Discapacidad, donde representó a España junto con artistas procedentes de 15 regiones de la Federación de Rusia, Italia, China y Venezuela.
A pocos días de que se cumplan dos meses desde su lanzamiento, a Coraluna se le dibuja una inmensa sonrisa en la cara al hablar de su segundo trabajo “Caprichosa vida“. El disco que siempre había querido hacer, firme y seguro, que trae consigo un momento álgido de madurez. Once nuevas canciones que consolidan la trayectoria de la joven cantante de Santisteban del Puerto. De éstas, ocho están escritas por ella y tres por David Santisteban (India Martínez, Vanesa Martín o David deMaría), productor del disco.
El álbum está cargado de compromiso social, con letras que reivindican los derechos de los colectivos más vulnerables. Las canciones tocan diferentes sensibilidades, asuntos que le preocupan, que le inquietan. Otras, suponen una inyección de autoestima para recordar que somos siempre dueños de nuestro propio destino.