Elvis Costello y Vega. Cuando el algodón no engaña

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Elvis Costello y Vega. Cuando el algodón no engaña

Cuando escuchó a su productor Nick Lowe tocar en Madrid hace algunos años, Elvis Costello dijo que lo mejor de oír a un artista interpretar canciones de generaciones anteriores es que éstas son como la prueba del algodón, las que perduran en el tiempo y siguen emocionando como el primer día demuestran que detrás de ellas hay un gran compositor. El músico y cantante británico sabe mucho de ello, ya que el tiempo le ha puesto en el Olimpo donde habitan los mejores contadores de historias de todos los tiempos, con gemas como «Alison», «Man out of Time», «Accidents will happen», «Shipbuilding», «She» o «Watching the detectives».

Con una estética muy característica, gafas de pasta enormes, Fender Jazzmaster, sombrero Stetson y aire a lo Buddy Holly, Costello, el hombre inquieto esquivo de toda etiqueta, nació en una familia católica de origen irlandés apenas nueve años después del final de la Segunda Guerra Mundial, en 1954. Creció inmerso en un ambiente musical que abarcó dos mundos: el de las orquestas de baile, entretenimiento de su padre, y el del advenimiento de The Beatles y la frescura pop de la new wave. Una coincidencia espacio-temporal y una predestinación para dedicarse a la música que le hizo llegar al sitio adecuado en el momento justo: la revolución británica de mediados/finales de los setenta del siglo pasado.

Se ha repetido una y mil veces que Elvis Costello es tan inteligente como buen músico, lo que siempre le ha llevado a rodearse de las personas idóneas. Tipo normal y accesible, el artista londinense lleva más de media vida apareándose (artísticamente) con músicos de ayer, hoy y siempre. El requisito indispensable es tener un mínimo interés por la cultura de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI. La lista de personajes de renombre que desfilan por su vida es apabullante, empezando por su esposa, la diva del jazz Diana Krall (con la que tiene tres hijos) y acabando por otros nombres tan ilustres como Chet Baker, Steve Nieve, Burt Bacharach, Bill Frissell o Allen Toussaint.

Hasta ahora, ningún artista español había ingresado en tan selecto club, solo alguna canción escrita para el compositor panameño Ruben Blades («The Miranda Syndrome» y «Shamed Into Love») había puesto el toque latino a su extensa discografia. Pero Costello, conocedor de la música popular de manera casi obsesiva, tenía reservado un as en la manga. Si a eso se suma el aire radiante proveniente del sur de Europa y la destreza de una artista como Vega, que barniza todas las piezas que toca con una delicada capa de sutileza, la jugada no podía por menos que salir redonda. Y salió.

La cordobesa ha delimitado sabiamente su perímetro. Con su inclasificable versatilidad y tesón, se ha ganado el derecho a cantar cualquier canción, las viejas, las nuevas, las conocidas y las rarezas. Y qué mejor que embelesar con uno de los idiomas más bellos para expresar sentimientos a una enciclopedia viviente del pop como Costello, invitado de excepción en su exquisito «Non Ho L’età«, un disco nacido del corazón, lleno de canciones que han forjado muchos recuerdos imborrables en la memoria de distintas generaciones y un homenaje a una etapa de su vida marcada por la familia.

El punto de fusión entre ambos lleva por título «Dio come ti amo«. Elvis, personaje poliédrico, cuya obra está llena de aristas y recovecos y Vega, artista planetaria desde hace más de una década, firman un dúo al borde de la excelencia. La cantautora pone su derroche de empatía y audacia al servicio de una letra que describe la celebración amorosa y una melodía fundamentada en el drama de la distancia. Pero es innegable que el estilo necesita un contrapeso estilístico y ahí es donde entra en juego el artista británico, quien aporta su inconfundible sello anglosajón en esta particular versión de la canción estrenada en 1966 por Domenico Modugno y que Gigliola Cinquetti popularizara años más tarde.

El conjunto es más ambicioso e interesante. En «Non Ho L’età«, la compositora vuelve a sorprender con una pirueta en el aire musical. Natural e imprevisible, Vega cierra el cerco de lo imposible y hace un ejercicio de nostalgia recorriendo sus canciones favoritas de la música italiana, desgranando el repertorio desde un punto de vista muy personal pero respetando la esencia de los originales. Pero su voracidad musical no se detiene ahí, pues también apuesta por el eclecticismo sin bajarse del pedestal, manifiestando una querencia incondicional a recoger un sinfín de matices que ha sabido exprimir y manejar con la sabiduría de quien lleva dentro una cantante espléndida. Domenico, Costello y Vega. Demasiados argumentos como para no entrar en la leyenda. Razón tenía el londinense. El algodón no engaña.

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