«Señales», la oda al sonido disonante de Mute
Hay discos que parecen salidos de una cadena de montaje y otros que te proporcionan una experiencia sensorial más allá de la música. Esto último es lo que sucede con «Señales», el nuevo trabajo discográfico de Mute. La banda alicantina ha recuperado su mejor versión acercándose al sonido ruidoso y disonante de principios de los 90. Y el resultado es un acto de vanguardismo, que trata de romper con lo establecido para apostar por la crudeza, la brutalidad y la contundencia más descarada.
Ya de primeras Mute invoca a la reflexión. «The Pretender», una ilustración de Zhang Yingnan sirve como portada al álbum. El artista chino es un abanderado de la reflexión filosófica y siempre posee una sensación indescriptible de soledad y serenidad. Ese aura intrigante lo recogen también las diez canciones del disco, que abogan a dejarnos guiar por las corazonadas. Y es que la moraleja es evidente: a veces solo hay que hacerle caso a la intuición para avanzar por el mejor camino.
«Señales» es un álbum concebido para ser disfrutado como un todo, no como un conjunto de temas deslavazados sin ton ni son. «Pálida» es el llamado a la acción inicial. Un corte que parte de la idealización del amor y desemboca en un torrente de guitarras afiladas con sonidos provenientes de la psicodelia. Ese estilo hipnótico, oscuro y atmosférico pone ya de primeras todas las cartas sobre la mesa. Y nos deja claro que no hemos venido a pasar el rato, sino a darlo todo sin contemplaciones.
Aún más arrollador es «Caballo Ganador». El tema conjuga un ritmo trepidante con una lírica emocional. Esa paradoja que contrapone la luminosidad con el ruido oscuro es sin duda uno de los platos fuertes de Mute. Pero también hay un sentimiento de rebelión ante las injusticias que sale a la luz en cortes como «Revolución», con una estructura fuera de lo común y un mensaje inspirador que clama contra los prejuicios de la sociedad reivindicando la singularidad de las personas.
Desafiar las normas y ser fieles a nosotros mismos es también el hilo argumental de «Lo que sea menos a casa», un tema en el que bajan las pulsaciones para abrazar su lado más melódico. «Triunfo Final» es un guiño al shoegaze que se tambalea entre lo etéreo y la nostalgia, con una mezcla única de efectos que pone el contrapunto a una voz ensoñadora. Y tras ella llega «Grandes amistades», una visión sarcástica sobre la ira y la decepción que cuenta con la colaboración de Laura Prieto.
La última parte comienza con «Cambio de Estrategia», una canción de guitarras afiladas que habla de superar las adversidades. «Señales» evidencia mejor que nada la montaña rusa de emociones que es este disco, pasando del optimismo anterior al dolor que produce la pérdida de nuestros seres queridos. Las capas de fuzz de «Reikiavik» y el grito contra la hipocresía de «Neoliberal» cierran un disco redondo, que tiene como virtud la facilidad de transportarnos por todos los estados de ánimo.