Rozalén, o el arte de enamorar en cada canción
Se puede hacer distinto, pero no se puede hacer más bonito. Rozalén tiene el don de hacer cada concierto irrepetible. Parece que fue ayer cuando irrumpió en el mundo de la música como una artista auténtica, conmovedora y divertida. Han pasado muchos años y a pesar de la infinidad de conciertos que lleva ya a sus espaldas, la cantautora albaceteña sigue sorprendiendo por su naturalidad y espontaneidad encima de un escenario. Terminar una actuación y dejar a todo un Auditorio rendido, literalmente, a tus pies, está al alcance de muy pocos. Y ella lo consigue noche tras noche, con la facilidad del que no encuentra esfuerzo en las piruetas imposibles.
El pasado viernes, acompañada por su banda de músicos al completo, Rozalén combatía el fresco de la noche con la emotividad como principal argumento. Capitaneada por Ismael Guijarro y el director musical Álvaro Gandul, la manchega se subía al Teatro Auditorio de la localidad de Alcobendas para presentar en directo los temas de su aclamado segundo disco, “Quién me ha visto…”. Una selecta colección de canciones llenas de frescura, simpatía y sensibilidad que conectaron desde el primer momento con el público. No estaba sola, la acompañaba su alma gemela, esa que consigue llegar a un público especial con tan sólo mover sus manos. Beatriz Romero, técnico especialista en lengua de signos, que además, celebraba ese día su 36 cumpleaños.
Bea es la responsable de traducir las letras de las canciones para las personas sordas, una característica exclusiva de los conciertos de Rozalén. La simbiosis entre las dos es total, transmitiendo ilusiones, recuerdos y cariño como nadie. Ahí, hay que reconocer, que Rozalén y Bea se mueven como pez en el agua, porque a la hora de enamorar juegan siempre en casa. No sólo son capaces de evocar todo tipo de sentimientos, también se emocionan con lo que hacen. Y cuando algo se siente dentro, se nota.
La compositora y su fiel escudera rompen todos los cánones, captando al público entre canción y canción con anécdotas cargadas de humor y simpatía. Y es que, en un concierto de la albaceteña, las risas y carcajadas son algo que nunca faltan. Eso, unido a la dulzura de su voz y la originalidad de sus canciones, convierten las más de dos horas que dura el evento en un espectáculo único e irrepetible.
Aunque si hay una palabra que pueda definir la fuerza de su capacidad interpretativa, esa es “sencillez”. Rozalén sabe bien cómo hacer para tocar la fibra más sensible de las personas. Roba el corazón de los más grandes, el de los adolescentes, pero también el de los más pequeños. Ahí es donde radica una de las claves de su éxito, porque los más peques de la casa también son cómplices de su cercanía. Disfrutan, bailan, juegan, cantan, ríen… Y la cantautora, que a ternura no la gana nadie, sabe cómo moverse perfectamente por esas lides, invitándolos a subir al escenario para hacerlos partícipes de su hechizo y demostrar, que las hadas como ella, también existen. La magia ahora sí, estaba ya por todos los rincones del Auditorio.
Rozalén, enriquecida por la interpretación gestual de Bea iba desgranando una tras otra las canciones. Mientras la primera llenaba de ARTE, así, en mayúsculas, el recinto con temas, que iban desde el más reivindicativo o divertido, hasta el más profundo y sentimental (que no por ello triste), la segunda sonreía cuando había que sonreír y dramatizaba sin excesos cuando tocaba emocionarse. Sin palabras, nunca mejor dicho, es como te deja verla actuar sobre un escenario.
Por el repertorio iban pasando sus mayores éxitos: “Saltan chispas”, “80 Veces”, “Asuntos Pendientes”, “Me arrepiento” (a ritmo de ranchera) o “Berlín”, el tema que hizo para la banda sonora de la película “Perdiendo el norte”. Se atrevió incluso a cantar en inglés, con una deliciosa y fantástica versión del “Wings” de Birdy. Y no faltó una dedicatoria especial para Luis Eduardo Aute en “La Belleza”, a la que nos sumamos en su deseo de pronta recuperación.
Tras el amago de despedida, Rozalén, Bea y su banda volvieron a reunirse con sus fans para interpretar dos de sus grandes éxitos: “Comiéndote a besos” y “Vuelves”, el último single de la artista. El broche final vino con una original y hermosa versión del inmortal tango de Carlos Gardel, “Volver”, que Rozalén interpretó con infinito cariño, descalza entre el público. Así rubricaba una inolvidable actuación dentro de una gira, que está llegando a su fin tras más de dos años recorriendo con gran éxito toda la geografía. Una noche emotiva, divertida y repleta de sentimiento y emoción.