«Las noches encendidas» de Javier Dorado y Mikel Erentxun
Javier Dorado presenta su nuevo trabajo en solitario, «Las Noches Encendidas«, un EP introspectivo que envuelve al oyente en una especie de universo particular. Lo primero que llama la atención al escucharlo es la valentía con la que el tinerfeño se sumerge, desde el primer acorde, en un folk maduro, casi acústico pero arriesgado. En él hay romanticismo, dramatismo e insurrección, todo ello dibujado con unas letras crudas pero brillantes, llenas de sensibilidad, que se mueven entre la melancolía y el desafío.
Esta férrea personalidad le ha llevado a desmarcarse sobradamente de la etiqueta de cantautor que muchos se habían empeñado en ponerle en sus comienzos. Unos inicios musicales, nacidos por casualidad y por caprichos del destino, que tuvieron lugar en el año 1997 cuando conoce a su gran amigo Luis del Toro. Es con él con quien arranca sus primeros acordes, de canciones de artistas que aún hoy le siguen influyendo como The Beatles, Bob Dylan, Simon & Garfunkel… y a los que poco a poco ha ido añadiendo más complementos y matices hasta desarrollar su propia propuesta estilística.
En «Las Noches Encendidas» de Dorado encontramos los ingredientes del mejor folk, como por ejemplo las melodías, pausadas, tranquilas e íntimas, sólo interrumpidas por pequeñas explosiones alegres, rompedoras, incluso agresivas, que cortan esa tranquilidad aparente alternando notas apacibles con otras más viscerales. No faltan tampoco las sorpresas, como la brillante colaboración de Mikel Erentxun en el primer single. Es precisamente ese rock interior y reflexivo del ex-componente de Duncan Dhu el que hace que el sencillo parezca hecho desde la desnudez más sentimental y compositiva.
Javier Dorado concibe este trabajo como un relato magistral descrito en cinco canciones, donde las emociones se pueden palpar desde la primera frase. El álbum está escrito conjuntamente con Jesús María Cormán, un poeta donostiarra autor de más de cien canciones realizadas junto al propio Erentxun. La sobriedad de Cormán da lugar a un trabajo más personal, más firme, más propio, que brilla entre tonos introspectivos y apacibles pero que llega repleto de emociones. Un resultado en definitiva muy pulido y que no renuncia a esa calidad de sonido acústico que el autor parece buscar.