Ramoncín, «Me preocupa tener un mundo sin interés»

0
228

Ramoncín

Ramoncín, «Me preocupa tener un mundo sin interés»

Más de cuatro décadas al pie del cañón y un puñado de discos sobresalientes son el mejor aval para afirmar que Ramoncín es una de las mayores figuras de la historia del rock estatal. Para la historia queda su imagen transgresora, sus letras oscuras y canciones como «Hormigón, Mujeres y Alcohol» o «Como un Susurro«. En esta entrevista hacemos un repaso a su trayectoria y descubrimos qué planes tiene preparados para el futuro, entre los cuales se encuentra la grabación de un nuevo disco.

Escucha la entrevista completa:

Este año se cumple el 45 aniversario de tu álbum debut, “Ramoncín y WC?” ¿Cómo se consigue aguantar tanto tiempo en una industria tan complicada como la musical?

– Las celebraciones son comercialmente llamativas. Es una cosa que ha impuesto la industria porque le viene bien y porque le viene bien a todo el mundo. El otro día estaba viendo una entrevista del año 80 y había un periodista que me preguntaba cómo me veía dentro de 30 años. Y yo le decía, quiero hacer un maratón, no quiero hacer una carrera al sprint. La industria no es la industria que yo conocí, no tiene nada que ver. En doce años grabé casi catorce discos, una cosa impensable hoy en día y que no volvería a hacer nunca en la vida. Ahora espaciamos mucho más el trabajo, esa industria como tal ya no existe, el consumo es rapidísimo.

Hoy leía que se suben a las redes 120.000 canciones diarias. Da igual que alguien la suba en Nairobi o que la suba en Katmandú, esa canción está al alcance de todo el mundo. Y el 98% van a la basura, no se oyen nunca, no existen. Igual entre una de esas canciones hay una canción extraordinaria, pero este mundo en el que vivimos no permite que sepamos eso. Así que tienes que saber en qué liga estás jugando y decidir si quieres un público de cinco segundos o un público de dos horas y media en un concierto. Yo estoy en este segundo grupo, hago música para esa gente.

Una vez dijiste, «Una persona inteligente siempre sale del fracaso, mientras que un idiota no sabe recuperarse del éxito». ¿Es la mejor frase para explicar porqué más de cuatro décadas después aún sigues llenando las salas de conciertos?

– Lo tengo clarísimo. Y tú has sido más generoso, yo decía una persona inteligente siempre sale de un fracaso, un gilipollas nunca sale de un éxito. Es la diferencia que hay entre quien cree en lo que hace y sabe que está en un mundo de valles y crestas. Cuando estás arriba, es maravilloso y cuando llega el valle tienes que seguir, tienes que continuar. El que supera todo eso es el que se mantiene en el tiempo y el que deja un legado. El que trata de vivir exclusivamente en la cresta, es un artista clínex que dura lo que dura y ya está.

Ese primer disco contiene letras que por su temática podrían haber sido escritas en la época actual, como “Marica de terciopelo”, que bien vale para el conflicto LGTBI, “Noche de cinco horas”, que es la historia de una mujer asesinada o “Paga a tu hombre”, que es puro machismo… ¿Crees que si el álbum hubiera salido hoy habría pasado el filtro a veces tan susceptible de la sociedad?

– No, pero lo habría sacado exactamente igual y curiosamente estaría al día. No sé si es bueno o es malo, pero es triste que algo que tú escribes hace 45 años, hoy en día tenga una vigencia tan clara. Hoy ese disco sería algo que produciría un rechazo tremendo, pero no estaría mintiendo, no estaría diciendo algo que no fuera verdad.

A mí no me orgullece subirme al escenario y decir, esta canción la escribí hace 35 años y tenía razón. Me gustaría no tener que contarla, pero me tengo que subir ahí y recordar a los 50 mujeres asesinadas por 50 hijos de su madre. Y además, tengo que bregar con un pensamiento social y político de gente que esto no lo condena. Algo está fallando en la sociedad y si fallaba hace 40 años y lo contaba una canción de otra manera, tiene un punto muy triste que a día de hoy eso esté tan al día. Es muy triste la verdad.

– Han pasado 45 años pero en algunos aspectos es como si no hubiéramos avanzado nada, por ejemplo, cada vez que tocabais “Noche de cinco horas” en los conciertos, teníais que poner un cartel en la entrada donde se advertía que podía herir la sensibilidad del espectador…

– Bueno, es que nos obligaban. Todo el repertorio de mi primer disco estaba censurado. No pasaba nada, la verdad, pero para evitar un problema mayor con «Noche de cinco horas» donde contaba que un tipo llegaba a una habitación de un hotel y asesinaba a una mujer, yo escenificaba el asesinato con una muñeca y una navaja. Por eso era conveniente ponerlo para que no pararan el espectáculo y no cayera una multa. Pero eso lo que está contando es algo que está pasando ahora todos los días.

Entre la censura no se puede comparar. No hay nada comparable con una dictadura… el que diga eso es porque no sabe lo que es ni lo que es el control de las obras literarias, musicales o cinematográficas. Pero lo que es muy triste es que ahora se esté planteando el hecho de que haya canciones que escribimos en los años 80 que convendría pasarlas por la Túrmix. Pues mire usted, igual lo que tiene que hacer es controlar que alguien con 12 años no pueda ver pornografía en el teléfono móvil. Nadie se mete con esto porque es un negocio y cuando se pelea contra el dinero pierdes siempre.

– Ese lado provocador y hasta cierto polémico, no es algo de lo que huyas. Al contrario, siempre te has mantenido fiel a tus ideales y tus principios. ¿Echas de menos ese lado transgresor y reivindicativo en los artistas actuales?

– Yo creo que hay motivos suficientes para transgredir y decir lo que piensas. ¿Por qué eres polémico? ¿Por decir la verdad? Lo que es polémico es pegarle a una mujer y presumir de ello. Pero no, aquí se convierte en polémico el que va y dice algo que todo el mundo piensa, que todo el mundo sabe… Los artistas actuales pues allá cada uno. Supongo que estarán bregando con cómo consiguen grabar un disco o sobre todo, con que un desalmado no se quede su dinero de los conciertos o les exploten. Yo creo que es un momento en el que un tío de dieciocho o veinte años tiene muchas cosas por las que luchar, pero eso ya es una lección de cada uno.

– Francisco Umbral te llamaba el poeta de la calle. La imagen más parecida que se podría tener hoy en día de eso en la música es la de un artista trap o de hip-hop. ¿Si hubieras nacido en la época actual seguirías haciendo el mismo estilo de música?

– Con mi cultura sí. Los traperos ahora mismo y esta gente son nosotros hace 40 años. Hay que prestarles atención. Ellos además han tenido una suerte tremenda, nadie les está exigiendo una cosa que nos exigían a nosotros que eran inalcanzables: móntate un grupo, ten un equipo, aprende a tocar… Ahora alguien puede acceder a un montón de cosas en las redes sociales, con un montón de ayudas. Pero al fin y al cabo, la letra la escriben ellos y la rabia la ponen ellos y lo que quieren decir lo dicen ellos.

– Hay gente que te considera el primer artista punk de la música española, ¿estás de acuerdo con ellos?

– Creo que por actitud es posible. Ahora tocamos «Putney Bridge» y cuando la oigo pienso que no había nadie en el año 80 haciendo una cosa como esa. Pero no éramos sólo el ruido, la furia, había algo también distinto. Yo quería que las letras tuvieran sentido, era muy difícil oír a un músico pop de esa época decir algo de Balzac. En mi canción «Marica de terciopelo» yo hablo de Balzac, es una canción que tiene 62 versos en métrica libre, donde hay una influencia tremenda de los poetas franceses. Y de toda esa generación de poesía tan en contra de lo que había. Entonces sí, en ese sentido sí me siento punk.

– La primera vez que te subiste a un escenario fue para tocar “Blowin’ in the wind” de Bob Dylan y “American Pie” de Don McLean en un concurso. ¿Qué queda de aquel chaval?

– Las ganas de aprender. Tenía delante de mí la letra de «American Pie» en un single que estaba una parte de la cara A y una parte de la cara B. Es una letra maravillosa y yo tenía que repetirla como un loro, sin saber lo que estaba diciendo en realidad. Había una parte donde había un pito, yo como no sabía lo que decía, lo silbaba. Era, por supuesto, una provocación a la censura por aquello. Y luego en un Dylan donde hicimos “Blowin’ in the wind” era lo mismo, como no sabíamos inglés teníamos un diccionario, íbamos palabra por palabra, la buscabas en el diccionario, era muy jodido, sobre todo a la hora de conjugar los verbos, pero más o menos sabíamos lo que decíamos.

Ese interés yo no le he perdido, quiero saber todo lo que vive a mi alrededor. Si oigo algo que no he oído antes quiero oírlo. El fin de semana pasado fui a la ópera a ver Orlando de Händel, ¿por qué? porque no había visto esa función. Pero sí sé quién es Händel, sé que es un tipo que decide enfrentarse musical y creativamente a los poderosos. Y me preocupa que se pierda ese interés por el conocimiento, porque si algo nos diferencia del resto de seres que pueblan la Tierra es la curiosidad. Me preocupa tener un mundo sin interés, en el que alguien oye una palabra que no ha oído nunca y le da exactamente igual. Eso es tremendo. Vivir en la ignorancia es lo que le viene bien a esos sistemas que quieren tener a la gente aborregada y el aborregamiento de ahora es mayor que el que ha habido nunca.

– Lo que no ha cambiado es tu imagen, con ese rombo pintado en el ojo que es toda una declaración de principios. ¿Por qué si lo hacía Bowie era glam y si lo hacía Ramoncín era símbolo de chulería? 

– Eso es como decir por qué la gente está dispuesta a pagar 190 euros por ver a no sé quién y le parece mucho que un artista español cobre 25. Eso es nuestro país. Somos así y la gente no se da cuenta que cuando se saca una entrada para ver a Springsteen y le cobran 300 pavos, esos 300 pavos en dólares también es mucho dinero. Pero allí lo pagan también por ver al de su barrio. Aquí en cambio, gastan esos 300 pavos y cuando llega el del barrio les parece mucho. El problema no es que David Bowie sea glam por llevar el rombo y que Ramoncín sea un chulo. El problema es que yo me inclino y hago una genuflexión cuando viene el guiri y este de los nuestros no tiene esos derechos.

– Tú tienes un Disco de Diamante que por aquel entonces se daba al superar el millón de copias físicas. Hoy en día se ven en tan pocos discos que en el conteo entran también las escuchas en las plataformas digitales, ¿te da pena ver cómo se ha devaluado la música con el tiempo?

– Sí, porque además deben tener un montón de Discos de Platino escondidos en las cuevas y no saben qué hacer con ellos. A mí cada Disco de Platino me ha costado 100.000 discos. Hoy, por lo que a mí me ha costado uno te dan muchos y varios Discos de Oro. La industria no debería nunca haberse rebajado hasta ese punto, debería haberse inventado otros premios. Si se vende menos hasta que no hagas 50.000 no te voy a dar el oro, pero a los 25.000 te puedo dar plata, que no está mal. Y luego ya les suman el streaming para que pueda crecer hasta un número determinado y poderles dar uno de esos.

En eso hay que dar gracias a los urbanos y a toda la gente que ha sabido leer la industria. Porque ahora mis discos me los hago yo en mi casa, lo pongo en la red, cobro directamente y no necesito a la industria para nada. Era necesaria para grabar, porque grabar costaba mucho dinero y nadie teníamos dinero para eso. ¿Ahora la industria qué hace? recibir lo que tú les das… entonces los chicos que no son tontos dicen, o sea que yo me hago el disco en mi casa, me lo monto todo, tengo un acceso directo a esto y ¿te lo voy a dar a ti?, dame una razón para que yo haga esto contigo.

– Ese Disco de Diamante te lo entregó Miguel Ríos que años más tarde fue uno de los pocos que dio la cara por ti, tras la polémica de la SGAE. ¿Sientes que algún artista más te debe alguna disculpa?

– A mí no me debe disculpas nadie. Yo he hecho lo que creía que tenía que hacer. He sacado la cara por un colectivo que pensaba que eran compañeros y al final te das cuenta de que son coincidentes laborales. Y ahora lo pagan todos, por eso que acabo de contar, si tú no defiendes lo que es tuyo y hay alguien que defiende tus intereses, lo que tienes que hacer es ponerte a su lado, nunca apartarte. Y cuando llueven hostias, hay que salir todo el mundo, no puede haber uno solo con la bandera y cuando mira para atrás no queda nadie. Pero cada uno hace lo que quiere en su vida, allá cada uno con su conciencia.

– Al final de tu documental “Una vida en el filo” dices que tu mejor momento todavía está por llegar. ¿Qué te queda aún por vivir y que te queda por conseguir en el mundo de la música? 

– Seguir haciendo los discos que quiero hacer. Pienso que no necesito nada más, tengo todo lo que alguien puede querer, subirte al escenario y cantar una canción de hace cinco años o hace cuarenta y que la gente se emocione. Eso es la recompensa artística que uno tiene que tener. Y también tener la sensación de que cada vez soy capaz de escribir una canción mejor. Luego la gente decidirá, pero esto es todo eso, es una maratón.

– El año está ya a punto de acabar, ¿Qué objetivos te has puesto para el 2024?

– Básicamente uno, haremos un disco nuevo. Ya veremos en qué condiciones, si lo hacemos como disco y con la compañía detrás o por otra vía. Yo creo que lo haremos por el modo convencional y a partir de ahí veremos cómo hacemos que se difunda.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.