El universo distópico, valiente y osado de Jordi Pèlach
Para Jordi Pèlach el rock es un medio de expresión artística inigualable. Este género popular caracterizado por ser rebelde, liberal y crítico hacia los sistemas establecidos es también su forma de entender la vida. No en vano lleva desde los dieciocho años con una guitarra bajo el brazo plasmando sus vivencias en forma de canciones. Siempre como un alma libre, intentando hacer las cosas sin adherirse a ningún estilo en concreto que no sea el suyo propio, el de un músico iconoclasta pretendidamente honesto y genuino.
Ahora, tras ocho años desde su último trabajo, el artista catalán vuelve a la carga con un disco conceptual que lleva por título “Ningú Estima el Carter“. El álbum está ambientado en un pueblo distópico, desértico y con aires del viejo oeste. La carta de presentación ya nos deja patente una de las señas de identidad de Jordi: la valentía y desfachatez que tiene a la hora de componer. Siempre en la búsqueda de un universo propio, con la actitud terca y radicalmente poética de un genio autodidacta que va por libre.
“Ningú Estima el Carter” es también el título del tema sobre el que gira el disco. Se podría calificar de un spaghetti western metafísico pero también podría ser perfectamente la banda sonora de una película indie americana. La letra habla de un joven bohemio y antimilitarista contratado como cartero en tiempos de guerra. El protagonista vive en sus propias carnes el significado de la expresión popular “matar al mensajero”, ya que es el blanco de las críticas de todo el mundo por las malas noticias que lleva.
La voz de Pèlach marca la pauta desde el primer momento, guiando al oyente hacia una escucha intensa. El músico catalán saca a relucir todos sus recursos, mostrando que es un auténtico maestro en elaborar capas musicales de texturas perfectas. La instrumentación logra captar a la perfección el espíritu setentero del sur de Estados Unidos, pero barnizado con un sonido rock más contemporáneo. El resultado, por valiente y osado en unos tiempos donde la originalidad artística brilla por su ausencia, resulta sumamente atractivo.